El pasado 23 de diciembre tuvo lugar el encuentro de adolescentes “Connecta: con los pobres”. Fue un encuentro donde los jóvenes adolescentes palparon de cerca el sentido del servicio a los demás, especialmente a los pobres, haciendo una recogida de alimentos, sirviendo a las personas sin hogar y acompañándolas esta Navidad.
Llevaba unos días pensando en la actividad de la Iglesia Joven con los pobres. ¿Qué podía hacer para motivar a mis adolescentes a venir?
Desde la pandemia, su fe estaba menos firme, más débil, no querían comprometerse a nada… las colonias “Viu l’Estiu” les habían gustado mucho, los lazos que habían hecho, las relaciones con Dios, con los monitores y con los jóvenes los habían cambiado pero… ahora todo volvía a ser lo de siempre, había vuelto la monotonía, había vuelto el día a día y la desilusión.
Entonces preparamos la actividad de Navidad. Un tiempo después de enviar la información sobre la actividad por el grupo de adolescentes nadie había confirmado asistencia, no habían dicho nada. ¿Lo habían visto? ¿Les habría llamado la atención?
Después de unos días meditando qué hacer y rezando por ellos, el Señor me abrió los ojos: había que estimarlos uno a uno, de una manera única y personal. Ellos necesitan sentirse queridos, sentir que les importas y que sus problemas, a pesar de que puedan parecernos insignificantes, también son escuchados. Así fue cómo, finalmente, vinieron unos cuantos, y fue una gracia de Dios poder vivir aquella experiencia.
Se reencontraron con jóvenes que hacía tiempo que no veían, vieron la realidad de una Iglesia que es grande y que está llena de adolescentes, como ellos, que tienen necesidades más profundas y más trascendentes que la mayoría de sus compañeros de clase. Después de hacer un rato de juegos y de presentación nos explicaron cómo sería la tarde: unos cuántos irían a felicitar la Navidad a la gente de la calle, otros a recoger alimentos a los supermercados de los alrededores y otros prepararían comer para los pobres que quisieran cenar aquella noche
Al acabar pasamos a la capilla a escuchar a un chico que antes vivía en la calle. Era un chico marroquí, que había llegado aquí andando!! Había recorrido muchos países, incluso Turquía, todo para evitar la frontera de España con Marruecos. Una historia realmente fuerte. Cuando acabó el testimonio, nos dividimos en los diferentes grupos de trabajo.
Yo fui con cuatro chicas que no conocía y un responsable que tampoco había visto nunca a la puerta de un Carrefour en la Rambla de Barcelona. Teníamos que repartir flyers invitando a la gente a que nos diera algún turrón o barquillos. De este modo para que la gente de la calle pudiera tener una cena un poco navideña aquel día.
Vimos de todo: gente que nos hizo caso, gente que no, gente que iba corriendo y no tenía tiempo ni de escucharte y también personas que te prestaban atención y mostraban interés a aquello que les decías. No sé si fue mucho la comida que recogimos pero lo que sí que puedo decir es que todos los que estábamos allá nos sentimos realmente realizados aquella tarde. Sabíamos que lo habíamos hecho bien y que, gracias a nosotros, mucha gente podría cenar aquella noche. ¡Qué manera tan bonita de empezar las fiestas!
En la hora que nos dijeron, volvimos a la iglesia e hicimos un rato de adoración y reflexión ante Cristo sacramentado. Éramos unas cien personas, rezando para que esta Navidad fuera diferente para aquellos que viven en la calle. Y nos decía el P. Carlos: ¿qué pobreza encontramos nosotros en el día a día? ¿Quizás no tenemos necesidades materiales, pero.. y espirituales? ¿Somos pobres de espíritu? ¿Somos realmente conscientes de que la Navidad es el mismo Jesús que nace en nuestros corazones, estamos preparados?
Con esta reflexión y cantos maravillosos, el día 23 empezamos la Navidad junto a quienes más lo necesitan y, sobre todo, junto a Dios
Lucia Marfil
Fordis, Cornellà
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