Una aventura de fe y amistad
Del 26 al 30 de agosto de 2024, un grupo de jóvenes realizó un inspirador peregrinaje a pie hasta el Santuario de Mariazell, en Austria, donde vivieron una experiencia cargada de espiritualidad, naturaleza y fraternidad.
Primera jornada: Oración y camino
Al amanecer, los peregrinos comenzaron su viaje con laudes, pidiendo a Dios fuerza para el camino. Atravesaron senderos rodeados de árboles, rezando y compartiendo momentos de descanso, comida sencilla y poesía en honor a la Virgen.
El sol sale por el este y comienza el día
y lo saludamos con las oraciones de Laudes
para que Dios nos cargue de energía.
Caminamos entre arbustos y árboles,
pero nos perdemos entre señales y cruces.
Aun así seguimos adelante porque Dios nos guía.
Descansamos, dejamos la mochila y nos sentimos libres,
llevamos a Dios en el corazón y una bolsa de provisiones.
Hacemos poesía para la Virgen del Mar,
hoy almorzaremos en el punto más alto.
Nos tumbamos bajo la sombra de tilos de hoja ancha,
tomamos lechuga, yogur y fideos a la cazuela.
Seguimos hasta que el camino termina,
lo terminamos con los misterios y el rosario.
Segunda jornada: Caminata y matemáticas
La mañana comenzó con la oración y un recorrido guiado hacia el monasterio. Entre risas y conversaciones, incluso sobre matemáticas, llegaron hasta una gran cruz que observaban desde lejos, subiendo con entusiasmo mientras disfrutaban del paisaje y la compañía.
Comienza el segundo día de peregrinación del grupo Joan Roig,
los peregrinos se levantan y rezan, el corazón se les llena de gozo.
Enric es el encargado de guiarnos hasta el monasterio,
corremos sin prisa y dejando ramas por el camino.
Una vez arriba, divisamos a lo lejos una gran cruz,
el Padre Carlos sube, ¡no me lo puedo creer!
Luego hablamos de matemáticas con Roser,
una apasionada de la Transformada de Fourier.
Llega la noche, veo una estrella y pido un deseo:
«Yo quisiera tener los mismos gemelos que Enric».
Tercera jornada: Naturaleza y reflexión
La ruta estuvo acompañada por animales y, entre charlas y canciones, los peregrinos disfrutaron de una tarde sobre la hierba. Al final del día, dormidos sobre la paja, sentían la sencillez de la fe.
Caminamos por la montaña,
rodeados de toda clase de fauna:
gusanos, serpientes, caballos y vacas,
topos, babosas, mosquitos y polillas.
Y hablamos con Marina,
le hablamos sobre poesía.
Nos sentamos sobre la hierba,
los cristianos estamos de fiesta.
Ya es el final de la jornada,
dormiremos sobre la paja.
Ha venido desde el río Ebro,
San José para el pesebre.
Dormiremos en el establo,
solo nos hace falta una María.
Como soy el más pequeño,
haré de niño Jesús.
Ya llega la madrugada,
nos despertamos con el rocío.
Pasa el tiempo y sale el sol,
se me pegan las sábanas.
Cuarta jornada: Tormenta envuelta de fe
Una fuerte tormenta los sorprendió, pero la oración no faltó. Después de que el cielo se despejara, continuaron su camino hasta llegar a Mariazell, observando cómo Dios les acompañaba en cada paso. Con la llegada, la emoción era palpable: habían alcanzado su destino.
Caminamos todos juntos entusiasmados,
pasaremos cerca de caminos y prados.
Y llegamos hasta un gran lago,
por la autopista de las babosas.
Una fuente de piedra que no brota.
Cae un fuerte rayo como una lanza:
rompe el cielo, brama la tierra,
sopla el viento, tiembla la hierba.
Carla reza dentro de la iglesia,
que Dios detenga la tormenta.
Dios la escucha, todos los ángeles obedecen.
Se aclara el cielo, las nubes se disipan.
Las gotas perturban el agua.
Observamos una montaña.
La miramos todos juntos y parece,
un pastel lleno de velas.
Más pronto de lo que pensamos,
hemos llegado a Mariazell.
Hemos cumplido nuestro anhelo,
hemos tocado un trozo de cielo.
Quinta jornada: Reflexión y regreso
La última mañana la dedicaron al rezo del Rosario y a la Eucaristía. Desayunaron juntos en un ambiente de camaradería y compartieron el último almuerzo en Austria antes de tomar el autobús de regreso, llevando consigo momentos inolvidables y un espíritu renovado.
Entramos en el santuario,
entramos con un rosario.
A la mitad de una Eucaristía,
rezamos de forma clandestina.
Y desayunamos en un bufé,
comemos todos a buen precio:
falta pan, mermelada y chocolate,
¡vaya cómo devoran los feligreses!
Mariazell desea una visita
que finaliza con unas pizzas.
Hay una sierra en el horizonte,
hecha con escuadra y cartabón.
Nos vamos en autobús por una carretera,
con frenadas y acelerones.
¡Vaya cómo nos zarandean!
En las curvas, por simple inercia,
acabamos chocando con las ventanas.
Somos un grupo de patatas,
rodando contra la reja.
Y llegamos al aeropuerto,
cargados de buenos recuerdos.
Se ha acabado la peregrinación,
se ha acabado este viaje.
Reflexión final
Para los jóvenes, este peregrinaje no fue solo un viaje físico, sino una oportunidad para profundizar en su fe, creando lazos de amistad y comprensión.
Como reflejaron sus propias palabras:
Una experiencia que, sin duda, los marcará para siempre.
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