Hoy hace dos años de la muerte del obispo auxiliar de Barcelona Antoni Vadell y Ferrer o como muchos le llamaban, simplemente el obispo Toni. A pesar de afrontar un cáncer de páncreas que hizo que nos dejara a los 49 años, el obispo Toni supo verse en la enfermedad, como él decía, un privilegiado.

Desde EJB queremos hacer un repaso del ejemplo de vida de nuestro estimado obispo Toni.

Antoni Vadell y Ferrer nació el 17 de mayo de 1972 en Llucmajor, en Mallorca. A los 25 años se ordenó sacerdote a la parroquia del Beato Ramon Llull, pasando más adelante a dirigir el Seminario Menor de Mallorca y a ser vicario de los colegios parroquiales de Sant Josep Oriol y Corpus Christi, en Son Algodonero.

Una vez nombrado obispo auxiliar, en Barcelona, fue encargado de la pastoral juvenil, entre otras tareas. De él surgieron iniciativas como el Grup Joan Roig, encargado de difundir la doctrina social de la iglesia como lo hizo el beato Joan Roig, a quien el obispo encomendó su enfermedad. Este amor que él tenía por los jóvenes lo hacía notar siempre que podía gracias a su vocación de comunicador y, en varias ocasiones, a través de audios de Whatsapp que envió a integrantes del Grupo Joan Roig y particulares.

Su testmonio de amor y amistad llegó tan lejos en la salud como en la enfermedad, acercando a Dios la gente que tenía al lado los meses que pasó en el hospital y materializándose en tantos jóvenes que asistieron a las velas de oración pidiendo por su curación. También en el gran número de personas que se congregaron en sus exequias en la catedral de Barcelona. Murió el día de Santa Eulàlia, patrona de Barcelona, esta ciudad que la acogió con tanto aprecio y que él hizo suya.

Està enterrado en su pueblo natal, que algunos tuvieron la oportunidad de visitar este verano al peregrinaje de jóvenes del Grupo Joan Roig. Antoni Vadell y Ferrer, con 45 años, fue el prelado más joven del estado español y el primer mallorquín en 50 años. Algunos lo denominaban «el obispo de la eterna sonrisa».