Así fue la tradicional Vela a la Inmaculada en la Basílica de la Mercè.
Martes 7 de diciembre. Es el día antes de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción. Salgo de misa y voy a buscar a mi mejor amigo a su casa para ir con él hacia la Basílica de la Mercè. Las pastorales juveniles de los obispados de Terrassa, Sant Feliu y Barcelona organizaron una vela para la Inmaculada que empieza a las 19:30h. Yo no tenía pensado asistir a la vela. No había ninguna razón en especial para no ir, simplemente no me lo había planteado seriamente. Fue una petición de último momento el día antes lo que me llevó a participar. Mi amigo y yo bajamos en autobús hacia la Basílica, mientras observamos las luces de Navidad que ya iluminan la ciudad. Llegamos a la Basílica y empieza la vela. El Obispo Agustí da la bienvenida a todos los presentes, y a continuación escuchamos un breve testimonio.
Después, todos juntos, rezamos un Misterio del Santo Rosario, y al acabar se hace la Lectura del Evangelio. A continuación escuchamos una homilía, en este caso de parte del Obispo Salvador. Una vez acabada la homilía empieza la parte más esencial de la vela, y se expone el Santísimo Sacramento. Es un momento de oración que puede servir para meditar con María y pedirle cosas.

“En el aire resuena el característico sonido de las voces y las risas jóvenes”
Estoy seguro que muchos de los presentes ya llevábamos algunos días en los cuales, de una manera u otra, nos habíamos estado preparando para la Solemnidad del 8 de diciembre, teniendo detalles con nuestra Madre o participando en alguna novena. Se lee un texto del Papa Francisco y se hace una meditación. Un coro de jóvenes músicos acompaña la vela con algunas canciones muy bonitas. Después de este rato de plegaria se hace la bendición final, y el Cardenal Juan José hace una breve despedida.
Después, para cerrar la vela se canta una emotiva canción a la Virgen María, y seguidamente la gente empieza a ir hacia las escaleras que llevan a la Virgen María de la Mercè, para decirle algo o simplemente para tener un gesto de afecto hacia ella. Al salir de la Basílica se respira un ambiente de alegría. Caras conocidas, y caras no tan conocidas. En el aire resuena el característico sonido de las voces y las risas jóvenes que, de manera espontánea, surgen al acabar una vela que nos ha preparado y llenado de ilusión para la celebración del día siguiente.
Guillem Juan
Badalona























