Crónica del jubileo de jóvenes en Roma 2025
Este verano, 800 jóvenes de la diócesis de Barcelona respondieron a la llamada que les hizo el Papa Francisco y acudieron a Roma, del 27 de julio al 4 de agosto, para celebrar el Jubileo de la Esperanza. Sin embargo, por voluntad de Dios, fue el Papa León quien los recibió con los brazos abiertos, invitándolos a atravesar la Puerta Santa, que no es otra puerta que el mismo Jesús (Jn 10,7).
Los jóvenes emprendieron esta peregrinación con diversas esperanzas en el corazón: poder ver y escuchar al Papa León, conocer a otros jóvenes con quienes compartir la fe, vivir las actividades preparadas tanto por la organización del Jubileo como por Iglesia Joven, etc. Pero, sobre todo, llevaban la esperanza de encontrarse con Jesús, su Salvador. En las siguientes líneas podréis comprobar cómo esta esperanza no les defraudó (Rm 5,5).

Tras una larga travesía nocturna en autocar, los jóvenes llegaron a Turín. Por la mañana pudieron visitar los lugares más emblemáticos de la ciudad y, por la tarde, se trasladaron al alojamiento situado en Lombriasco. Allí vivieron una jornada y media intensa de oración, actividades, compartir y juegos. Una jornada en la que recibieron las gracias que Dios había pensado para ellos desde siempre y en la que pudieron prepararse para lo que vendría más adelante.
Uno de los jóvenes participantes, Raúl, explica cómo durante toda la peregrinación pudo ver a Dios actuando en cada una de las personas que conoció, a través de sus sonrisas, gestos, bromas y momentos de ternura, ya que “donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20).
Después de Turín, los jóvenes marcharon hacia Roma. Allí participaron en las diferentes actividades que la ciudad había organizado para los peregrinos: charlas, conciertos, exposiciones, arte, y también pudieron visitar varios puntos de interés. Cabe destacar especialmente la celebración de la eucaristía con el Cardenal, los obispos y todos los jóvenes de la diócesis, así como la misa en el Vaticano con toda la juventud de España.

Estos momentos suscitaron un sentimiento que Raúl resume muy bien: “Este Jubileo me ha servido para renovar mi fe, volver a sentirme amado, comprobar que la Iglesia está más unida que nunca y ver que los jóvenes católicos no estamos solos”. Después de estas jornadas en Roma, los jóvenes se dirigieron a Tor Vergata para encontrarse con el Papa y celebrar con él la vigilia de oración.
Allí disfrutaron de la actuación de diferentes grupos de alabanza. Poco después, el Papa llegó en helicóptero, subió al Papamóvil y recorrió los diferentes caminos del complejo saludando a todos los jóvenes hasta llegar al escenario. Antes de comenzar la vigilia, tres jóvenes de distintos países le trasladaron sus preocupaciones en nombre de toda la juventud.

El primero le preguntó: “¿Cómo podemos encontrar una amistad sincera y un amor genuino?”.
El Papa respondió con las palabras de san Agustín: “Ama verdaderamente al amigo quien ama a Dios en el amigo”.
Otra joven le preguntó: “¿Cómo encontramos la valentía para elegir en la vida?”.
El Papa respondió que siempre debemos recordar que primero hemos sido elegidos por Dios y que nuestra vida es un regalo de amor.
Partiendo de esta base sólida, podemos decidir quién queremos ser. Cuando nos entregamos a nosotros mismos a imagen del Amor perfecto es cuando somos verdaderamente felices y nuestra vida cobra sentido.
Finalmente, un joven le preguntó: “¿Dónde podemos encontrarnos con Jesús resucitado en nuestra vida, en medio de las incertidumbres?”.
El Papa respondió que es el mismo Dios quien ha puesto en nuestro corazón ese deseo de Él y que podemos encontrarnos con Él en la eucaristía, en la adoración, meditando su Palabra, cuando hacemos el bien en nuestra vida diaria y, en definitiva, en la Iglesia, la comunión de los creyentes que se sostienen mutuamente.
El momento de la vigilia fue muy impactante: ver a un millón de jóvenes juntos, arrodillados en silencio en adoración ante Jesús sacramentado, es una experiencia que llena el corazón de esperanza. Tras este momento tan especial con Jesús, la noche continuó con momentos de compartir, bailes y música para los más animados, y finalmente llegó el tiempo de descansar, no sin antes vivir el susto de un pequeño chaparrón.
La peregrinación culminó con la celebración de la eucaristía con el Santo Padre. En la homilía, los animó a aspirar a cosas grandes, a la santidad, ya que de este modo podrían ver la luz del Evangelio crecer en sus vidas y a su alrededor. También los exhortó, una vez regresaran a sus lugares de origen, a contagiar a quienes encontraran con su entusiasmo y su testimonio de fe.
Este Jubileo ha sido una experiencia trascendental para muchos jóvenes.
”“Este Jubileo queda grabado en mi corazón porque fue mucho más de lo que jamás hubiera podido imaginar, porque Dios hace grandes cosas y nunca deja de pensar en mí ni de amarme”
Belén

Todas las horas que los jóvenes han pasado en el autocar o esperando en las colas para acceder a las celebraciones no han sido en vano: han servido para preparar sus corazones. El peregrino se distingue del turista porque no se queja, sino que agradece, ya que Dios dispone todo para bien de los que lo aman (Rm 8,28).
Jesús es nuestra esperanza (Jn 14,1), nuestra paz (Jn 14,27), nuestra alegría (Jn 15,11). Gratuitamente hemos recibido, gratuitamente debemos dar (Mt 10,8). Como nos ha invitado el Papa León, ¡seamos ahora nosotros jóvenes portadores de luz al mundo! (Mt 5,14).
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