El Santuario de Nostra Senyora del Sagrat Cor lleno. Más de 10.000 personas conectadas por streaming. Así fue la vela de oración por el Obispo Toni Vadell.
Llego al Santuario de Nostra Senyora del Sagrat Cor un poco trastornado, inquieto, nervioso. Como con una piedra en el estómago y el corazón en la boca. Esta mañana el Obispo Toni ha tenido una complicación médica que ha ido empeorando a lo largo del día y, por lo que dicen, su salud es ahora mismo muy delicada. El pensamiento de que puede morir hoy mismo me entristece. De hecho, llevo todo el día con los ojos húmedos y en más de un momento he roto a llorar. Me siento en el banco y oigo cómo el cardenal Juan José va dirigiendo la oración, haciendo ratos de silencio y leyendo de vez en cuando algún texto. El templo está atestado, el Santísimo nos preside y nos une en la oración. Una mujer a mi lado llora silenciosamente y le ofrezco un pañuelo de un paquete que me han regalado horas antes. Constato una vez más cuán bonita es la Providencia.
La experiencia en el santuario
A medida que van pasando las horas, la vela es larga, voy levantando la cabeza y voy reconociendo rostros conocidos. Aquí detrás tengo a Marc, veo a Vicky más adelante y unos bancos a mano izquierda a Míriam. Me admira cuán querido es nuestro pastor que nos reúne. Gracias Señor por darnos la comunidad, donde encontramos descanso y consuelo. La música nos acompaña y guía nuestra oración. La canción Me rindo me toca el corazón, particularmente cuando repetimos una y otra vez el “que se haga en mí tu voluntad”. Me doy cuenta que mi oración ha ido cambiando desde que llegué a las ocho y media. Ya no rezo solamente para que se haga el milagro por la intercesión del Beato Joan Roig. Rezo para que, aquí y ahora, se haga siempre la voluntad del Señor y Él me dé la gracia para aceptarla y amarla. Tanto si el Señor quiere sanar a nuestro querido Obispo Toni, como si lo quiere con Él, que se haga siempre su voluntad.
Admito que me sorprendo a mí mismo. En poco más de tres horas ha cambiado no solo mi oración, sino la disposición de mi corazón. A pesar de que sigo triste, estoy sereno y me siento muy acompañado. Y juzgando por lo que veo alrededor, pienso que no soy el único. Me llena de alegría ver cómo la Iglesia de Barcelona ha respondido de manera tan rápida y contundente al llamamiento a rezar por el Obispo Toni, que debe de estar a poco más de 100 metros de donde estamos nosotros. Siento que lo estamos acompañando, sosteniendo y queriendo, para aquello que venga después, sea lo que sea.
Señor, qué pasada. La fe (/’*fə/, con acento de Mallorca) es un regalazo.
Joven amigo del Bisbe Toni